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Maalouf Amin - Samarcanda Samarcanda

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оксана2018-11-27
Вообще, я больше люблю новинки литератур
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Professor2018-11-27
Очень понравилась книга. Рекомендую!
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Vera.Li2016-02-21
Миленько и простенько, без всяких интриг
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ст.ст.2018-05-15
 И что это было?
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Наталья222018-11-27
Сюжет захватывающий. Все-таки читать кни
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Samarcanda - Maalouf Amin - Страница 26


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– ?Su guardaespaldas y su sombra, dices? ?Entonces eras tu quien tenia que protegerlo del asesino?

– Me habia ordenado que permaneciera lejos de el. Nadie ignora que quiso esa muerte. Aunque yo hubiera podido matar a un asesino, habria surgido otro. ?Quien soy yo para interponerme entre mi senor y su destino?

– ?Y que quieres de mi?

– Anoche nuestras tropas se infiltraron en Ispahan. La guarnicion se nos unio. El sultan Barkyaruk ha sido liberado y desde ahora esta ciudad le pertenece.

Jayyam se levanta de un salto.

– ?Yahan!

Un grito y una interrogacion angustiada. Vartan no dice nada. Su semblante inquieto contrasta con su aspecto marcial. Omar cree leer en sus ojos una monstruosa confesion. El oficial murmura:

– ?Me hubiera gustado tanto salvarla! ?Me hubiera sentido tan orgulloso de presentarme en casa del ilustre Jayyam trayendole a su esposa indemne! Pero llegue demasiado tarde. Los soldados habian degollado a toda la gente del palacio.

Omar avanza hacia el oficial y lo agarra con todas sus fuerzas, sin conseguir, sin embargo, hacerle vacilar.

– ?Y has venido para anunciarme esto!

El otro sigue con la mano sobre la guarnicion de su espada. No ha desenvainado. Habla con voz neutra.

– He venido por otra cosa muy diferente. Los oficiales de la Nizamiyya han decidido que debes morir. Cuando se hiere al leon, dicen, es prudente terminar con el. Me han asignado la mision de matarte.

Subitamente Jayyam se siente mas sereno. Permanecer digno en el momento ultimo. ?Cuantos sabios dedicaron su vida entera a alcanzar esa cima de la condicion humana! No aboga por su vida. Por el contrario, siente a cada instante el reflujo de su miedo. Y sobre todo piensa en Yahan y no duda de que ella tambien haya sabido ser digna.

– ?Jamas habria perdonado a aquellos que han matado a mi mujer! ?Toda mi vida habria sido su enemigo, toda mi vida habria sonado con verlos un dia empalados! ?Haceis bien en deshaceros de mi!

– Yo no opino asi, senor. Eramos cinco oficiales para decidirlo, todos mis companeros quisieron tu muerte, yo fui el unico que me opuse.

– Hiciste mal. Tus companeros me parecen mas prudentes.

– Te he visto con frecuencia con Nizam el-Molk. Os sentabais a hablar como padre e hijo y el nunca dejo de quererte, a pesar de las artimanas de tu mujer. Si hubiera estado entre nosotros no te habria condenado y a ella tambien la habria perdonado, por ti.

Jayyam examina detenidamente a su visitante, como si en ese momento acabara de descubrir su presencia.

– Puesto que eras contrario a mi muerte, ?por que te eligieron para venir a ejecutarme?

– Fui yo quien lo propuso. Los otros te habrian matado. Yo tengo la intencion de dejarte vivir. ?Crees, si no, que me hubiera quedado a dialogar asi contigo?

– ?Y que explicacion les daras a tus companeros?

– No dare ninguna explicacion. Me marchare. Mis pasos seguiran a los tuyos.

– Lo anuncias con tanta calma que parece una decision muy madurada.

– Es la verdad misma. No estoy actuando por una cabezonada. Fui el mas fiel servidor de Nizam el-Molk y creia en el. Si Dios lo hubiera permitido, habria muerto por protegerlo. Pero desde hacia mucho tiempo habia decidido que si mi senor desaparecia no serviria ni a sus hijos ni a sus sucesores y que abandonaria para siempre la carrera de la espada. Las circunstancias de su muerte me han obligado a prestar mis servicios una ultima vez. Estoy involucrado en el asesinato de Malikxah y no me arrepiento de ello; habia traicionado a su tutor, a su padre, al hombre que lo habia elevado a la cuspide; por lo tanto, merecia morir. He tenido que matar, pero no por ello me he convertido en un asesino. Jamas habria derramado la sangre de una mujer. Y cuando mis companeros proscribieron a Jayyam, comprendi que habia llegado para mi el momento de partir, de cambiar de vida, de transformarme en ermitano o en poeta errante. Si quieres, maestro, recoge algunas cosas y abandonemos esta ciudad lo antes posible.

– ?Y para ir adonde?

– Tomaremos la ruta que quieras, te seguire a todas partes como un discipulo y mi espada te protegera. Volveremos cuando la agitacion se haya calmado.

Mientras el oficial prepara las monturas, Omar recoge apresuradamente su manuscrito, su escribania, su cantimplora y una bolsa llena de oro. Atraviesan de parte a parte el oasis de Ispahan hasta el arrabal de Marbin, al oeste, sin que los soldados, que son numerosos, amaguen con molestarles. Una palabra de Vartan y las puertas se abren y los centinelas se apartan respetuosamente. Esta complacencia no deja de intrigar a Omar, que sin embargo evita interrogar a su companero. Por el momento no tiene otra eleccion que confiar en el.

Hace menos de una hora que se han marchado cuando una multitud enloquecida llega a saquear la casa de Jayyam y a prenderle fuego. Al final de la tarde desvalijan el observatorio. En el mismo momento, el cuerpo en paz de Yahan era enterrado al pie de la muralla que bordea el jardin del palacio.

Ninguna losa indica a la posteridad el lugar de su sepultura.

Parabola extraida del Manuscrito de Samarcanda .

«Tres amigos iban de paseo por las altiplanicies de Persia. Aparece una pantera; toda la ferocidad del mundo vivia con ella.

»La pantera observa largo rato a los tres hombres y luego corre hacia ellos.

»El primero era el de mas edad, el mas rico, el mas poderoso. Grito: “Soy el dueno de estos lugares, jamas permitire a un animal que haga estragos en las tierras que me pertenecen.” Estaba acompanado de dos perros de caza, los solto contra la pantera y pudieron morderla,pero eso solo consiguio enfurecerla mas; los mato, salto contra su amo y le desgarro las entranas.

»Ese fue el destino de Nizam el-Molk.

»El segundo se dijo: “Soy un hombre sabio, todos me honran y me respetan. ?Por que voy a dejar que mi destino se decida entre unos perros y una pantera?” Dio media vuelta y huyo sin esperar el resultado del combate. Desde entonces anda errante de cueva en cueva, de cabana en cabana, convencido de que la fiera le va pisando los talones constantemente.

»Ese fue el destino de Omar Jayyam.

»El tercero era un hombre de fe. Avanzo hacia la pantera con las manos extendidas, la mirada dominadora, la boca elocuente, “Se bienvenida a estas tierras, le dijo, mis companeros eran mas ricos que yo y los has desvalijado, eran mas orgullosos y los has humillado.” La fiera escuchaba seducida, dominada. Consiguio mucho ascendiente sobre ella y la domo. Desde entonces ninguna pantera se atreve a acercarse a el y los hombres se mantienen a distancia.»

El Manuscrito concluye: «Cuando vienen tiempos de confusion, nadie puede parar su curso, nadie puede evitarlos, algunos consiguen servirse de ellos. Mejor que nadie, Hassan Sabbah ha sabido domar la ferocidad del mundo. Ha sembrado el miedo a su alrededor para prepararse en su reducto de Alamut un minusculo espacio de sosiego.»

En cuanto se apodero de la fortaleza de Alamut, Hassan Sabbah comenzo los trabajos para asegurar un total hermetismo con respecto al mundo exterior. Necesitaba, sobre todo, hacer imposible toda penetracion enemiga. Por lo tanto, gracias a acertadas construcciones, mejoro las cualidades, ya excepcionales, del lugar, cerrando con trozos de muralla el menor pasaje entre dos colinas.

Pero esas fortificaciones no le bastan a Hassan. Aunque el asalto fuera imposible, los sitiadores podrian apoderarse de su reducto si consiguieran rendirlo por el hambre y la sed. Asi es como terminan la mayoria de los asedios. Y sobre ese punto Alamut es particularmente vulnerable, al tener pocos recursos de agua potable. Pero el Gran Maestro encuentra la solucion al problema. En vez de abastecerse del agua de los rios cercanos, cava en la montana una impresionante red de aljibes y canales con el fin de recoger el agua de la lluvia y del deshielo. Cuando se visitan hoy las ruinas del castillo, se puede aun admirar, en la gran habitacion donde vivia Hassan, un «estanque milagroso» que se llena a medida que se vacia y que, prodigio de ingeniosidad, no se desborda jamas.

Para las provisiones, el Gran Maestro acondiciona unos pozos donde entroja aceite, vinagre y miel; igualmente acumula cebada, grasa de cordero y frutos secos en cantidades considerables, suficiente para aguantar un cerco total durante casi un ano, lo que en esa epoca excedia con mucho las capacidades de resistencia de los sitiadores, particularmente en una zona donde el invierno es crudo.

Hassan dispone, pues, de un escudo sin fallo; posee, por decirlo asi, el arma defensiva absoluta. Con sus fieles asesinos tiene, igualmente, el arma ofensiva absoluta. En efecto ?como precaverse contra un hombre decidido a morir? Toda proteccion se funda en la disuasion; ya se sabe que los personajes importantes se rodean de una guardia de aspecto aterrador que hace temer una muerte inevitable a cualquier eventual agresor. Pero ?y si el agresor no teme morir? ?Y si esta persuadido de que el martirio es un atajo para llegar al paraiso? ?Y si tiene constantemente en la mente las palabras del Predicador: «No estais hechos para este mundo sino para el otro. ?Tendria miedo un pez si se le amenazara con tirarlo al mar?» ?Y si, ademas, el asesino consigue infiltrarse en el circulo de su victima? Entonces no se puede hacer nada para detenerlo. «Yo soy menos poderoso que el sultan, pero puedo perjudicarte mucho mas que lo que el pueda hacerlo», habia escrito Hassan un dia a un gobernador de provincia.

Asi, despues de forjarse los instrumentos de guerra mas perfectos que puedan imaginarse, Hassan Sabbah se instalo en su fortaleza y ya no la abandono jamas; sus biografos dicen incluso que en los treinta ultimos anos de su vida solo salio dos veces de su casa, y las dos veces ?para subir al tejado! Alli estaba, de la manana a la noche, sentado con las piernas cruzadas, sobre una estera que su mismo cuerpo habia raido, pero que nunca quiso cambiar o reparar. Ensenaba, escribia y lanzaba a sus asesinos al acoso de sus enemigos. Y cinco veces al dia rezaba, sobre la misma estera, con sus visitantes del momento.