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Samarcanda - Maalouf Amin - Страница 25
Igualmente Terken reanuda los contactos con Hassan Sabbah. «?No te habia prometido la cabeza de Nizam el-Molk? Ya te la he entregado. Hoy es Ispahan, la capital del Imperio, lo que te ofrezco. Se que tus hombres son numerosos en esta ciudad. ?Por que viven en la sombra? Diles que se muestren; obtendran oro y armas y podran predicar a la luz del dia.» De hecho, despues de tantos anos de persecucion, aparecen cientos de ismaelies y las conversiones se multiplican. En algunos barrios forman milicias armadas por cuenta de la sultana.
Sin embargo, la ultima anagaza de Terken es, probablemente, la mas ingeniosa y la mas audaz: unos emires de su circulo se presentan un dia en el campamento enemigo anunciando a Barkyaruk que han decidido abandonar a la sultana, que sus tropas estan dispuestas a rebelarse y que si aceptara acompanarles se introduciria con ellos por sorpresa en la ciudad y podian dar la senal de una sublevacion; Terken y su hijo serian degollados y el podria establecerse firmemente en el trono. Estamos en 1094, el pretendiente solo tiene trece anos y la proposicion le seduce. ?Apoderarse en persona de la ciudad, cuando sus emires la asedian sin exito desde hace mas de un ano! Apenas lo duda. La noche siguiente se desliza fuera de su campamento a espaldas de sus parientes y se presenta con los emisarios de Terken ante la puerta de Kaliab, que como por encanto se abre ante el. Ahi esta, caminando con paso decidido, rodeado de una escolta exageradamente alegre para su gusto, lo que cree que es debido al exito sin fallos de su hazana. Cuando los hombres se rien demasiado alto, el les ordena que se tranquilicen y ellos le responden reverentemente antes de soltar la carcajada.
Pero ?ay! cuando se da cuenta de que su alegria es sospechosa, es demasiado tarde. Lo inmovilizan, lo atan de pies y manos, le tapan la boca y los ojos y lo conducen, en medio de un cortejo de burlas, hasta la puerta del haren. Despiertan al jefe de los eunucos, que corre a advertir a Terken de su llegada. Es ella la que tiene que decidir la suerte del rival de su hijo, si hay que estrangularle o contentarse con dejarle ciego. Apenas el eunuco se ha internado por el largo pasillo mal iluminado cuando, subitamente, resuenan gritos, llamadas, sollozos que vienen del interior. Intrigados e inquietos, los oficiales que no han podido resistir la tentacion de entrar en la zona prohibida se tropiezan con una anciana y habladora sirvienta: acaban de descubrir a Terken Jatun muerta en su lecho, con el instrumento del crimen a su lado, el grande y mullido almohadon que la ha asfixiado. Un eunuco de vigorosos brazos ha desaparecido; la sirvienta recuerda que habia sido introducido en el haren unos anos antes por recomendacion de Nizam el-Molk.
XXI
I nsolito dilema para los partidarios de Terken: su sultana esta muerta, pero su principal adversario esta a su merced; su capital esta sitiada, pero aquel mismo que los asedia es su prisionero. ?Que hacer con el? Es Yahan quien ha ocupado el lugar de Terken como guardiana del nino-sultan y ante ella llevan el debate para que lo resuelva. Hasta ese momento se habia mostrado llena de recursos, pero la muerte de su senora ha sacudido la tierra bajo sus pies. ?A quien dirigirse? ?A quien consultar si no es a Omar?
Cuando este llega la encuentra sentada en el divan de Terken, al pie de la cortina descorrida, con la cabeza baja y los cabellos sueltos descuidadamente sobre sus hombros. El sultan esta a su lado, inmovil, sentado en su almohadon, totalmente vestido de seda y con un turbante sobre su cabecita. Tiene la cara roja y llena de granos, los ojos medio cerrados y parece aburrido.
Omar se acerca a Yahan, le toma la mano con ternura y pasa lentamente su palma por su rostro. Susurra.
– Me acabo de enterar de lo de Terken Jatun. Has hecho bien en llamarme a tu lado.
Pero cuando le esta acariciando los cabellos, Yahan lo rechaza.
– Si te he hecho venir no es para que me consueles, sino para consultarte sobre un asunto grave.
Omar retrocede un paso, cruza los brazos y escucha.
– A Barkyaruk lo atrajeron a una celada y esta prisionero en este palacio. Los hombres estan divididos con respecto a su suerte. Algunos exigen que se le mate, especialmente aquellos que le prepararon esa trampa; quieren estar seguros de que jamas tendran que responder de sus actos ante el. Otros prefieren entenderse con el, instalarle en el trono y granjearse sus favores esperando que olvide su contratiempo. Y aun hay otros que proponen retenerlo como rehen para negociar con los sitiadores. ?Que camino nos aconsejas seguir?
– ?Y me has arrancado de mis libros para preguntarme esto?
Yahan se levanta indignada.
– ?El problema no te parece lo suficientemente importante? Mi vida depende de ello. El destino de miles de personas, el de esta ciudad, el del Imperio, pueden depender de esta decision. ?Y tu, Omar Jayyam, no quieres que se te moleste por tan poca cosa!
– ?Pues no, no quiero que se me moleste por tan poca cosa!
Hace un movimiento hacia la puerta; cuando va a abrirla, vuelve hacia Yahan.
– Siempre se me consulta cuando ya se ha cometido el delito. ?Que quieres que les diga ahora a tus amigos? Si les aconsejo que liberen al adolescente, ?como garantizarles que manana no querra cortarles el cuello? Si les aconsejo que lo retengan como rehen o que lo maten, me convierto en su complice. Dejame lejos de esas disputas, Yahan, y tu permanece tambien lejos de ellas.
La mira fijamente con compasion.
– Un retono de sultan turco sustituye a otro retono, un visir aparta a otro visir. Por Dios, Yahan ?como puedes pasar los mas hermosos anos de tu vida en esta jaula de fieras? Dejales que se deguellen, que se maten y que mueran. ?Sera por eso el sol menos brillante y el vino menos suave?
– Baja la voz, Omar, estas asustando al nino, y en las habitaciones contiguas los oidos escuchan.
Omar se obstina:
– ?No me has llamado para preguntarme mi opinion? Pues bien, voy a dartela sin rodeos: sal de esta sala, abandona este palacio, no mires hacia atras, no digas adios, ni siquiera recojas tus cosas y ven, dame la mano, volvamos a nuestra casa. Tu compondras tus poemas, yo observare mis estrellas. Cada noche vendras a acurrucarte desnuda contra mi, el vino almizclado nos hara cantar, el mundo dejara de existir para nosotros, lo atravesaremos sin verlo, sin oirlo; su lodo y su sangre no se pegaran a nuestras suelas.
Yahan tiene los ojos arrasados en lagrimas.
– Si pudiera volver a esa edad de la inocencia, ?crees que lo dudaria? Pero es demasiado tarde, he ido demasiado lejos. Si manana los fieles de Nizam el-Molk se apoderaran de Ispahan, no me perdonarian; estoy en su lista de proscritos.
– Yo fui el mejor amigo de Nizam; te protegere, no vendran a mi casa para arrebatarme a mi mujer.
– Abre los ojos, Omar, no conoces a esos hombres, solo piensan en vengarse. Ayer te reprochaban el haber salvado la vida a Hassan Sabbah; manana te reprocharan el haber escondido a Yahan y te mataran al mismo tiempo que a mi.
– Pues bien, sea. Permaneceremos juntos en nuestra casa y si mi destino es morir contigo me resignare.
Yahan se yergue.
– ?Yo no me resigno! Estoy en este palacio rodeada de tropas que me son fieles, en una ciudad que desde ahora me pertenece; luchare hasta el final y si muero sera como una sultana.
– ?Y como mueren las sultanas? ?Envenenadas, asfixiadas, estranguladas! ?O dando a luz! No es con la pompa como se escapa de la miseria humana.
Se observan en silencio durante largo rato. Yahan se acerca, roza los labios de Omar con un beso que quiere hacer ardiente y se abandona un instante entre sus brazos. Pero el se aparta, su despedida le resulta insoportable. Y suplica una ultima vez:
– Si aun atribuyes a nuestro amor el menor valor, ven conmigo, Yahan. La mesa esta preparada en la terraza, un viento suave nos llega de los montes Amarillos, dentro de dos horas estaremos embriagados e iremos a acostarnos. Dire a los sirvientes que no nos despierten cuando Ispahan cambie de dueno.
XXII
E sa noche, el viento de Ispahan lleva un lozano perfume de albaricoque, pero ?que muertas estan las calles! Jayyam busca refugio en su observatorio. Generalmente le basta entrar en el, dirigir su mirada hacia el cielo, sentir en los dedos los discos graduados de su astrolabio para que las preocupaciones del mundo se desvanezcan. Esta vez no. Las estrellas estan silenciosas; no hay musica, ni murmullos, confidencias. Omar no las acosa; deben de tener buenas razones para callarse. Se resigna a volver a su casa. Camina lentamente con una cana en la mano, golpeando con ella de vez en cuando alguna mata de hierba o una rama rebelde.
Ahora esta tendido en su habitacion con las luces apagadas; sus brazos estrechan desesperadamente a una Yahan imaginaria y tiene los ojos rojos por las lagrimas y el vino. A su izquierda, en el suelo, una garrafa, una copa de plata que coge de vez en cuando con mano cansada para beber largos tragos, pensativo y desenganado. Sus labios dialogan consigo mismo, con Yahan, con Nizam. Con Dios sobre todo. ?Quien sino El podria salvar aun ese universo que se descompone?
Solo cuando llega el alba, Omar, agotado, con la mente nublada, se abandona al fin al sueno. ?Cuantas horas ha dormido? Un retumbar de pasos le despierta; el sol ya alto se filtra por una rendija de la colgadura obligandole a protegerse los ojos. Entonces ve en el umbral de la puerta al hombre cuya ruidosa llegada le ha molestado. Es alto, con bigote, su mano acaricia con gesto maternal la guarnicion de su espada. Lleva en la cabeza un turbante verde chillon y sobre los hombros la corta capa de terciopelo de los oficiales de la Nizamiyya.
– ?Quien eres? -pregunta Jayyam bostezando--. ?Y quien te ha dado derecho sobre mi sueno?
– ?El senor no me ha visto nunca con Nizam el-Molk? Yo era su guardaespaldas, su sombra. Me llaman Vartan el Armenio.
Omar se acuerda ahora, lo que no le tranquiliza nada. Siente como una cuerda que le va apretando desde la garganta hasta las tripas. Pero si tiene miedo no quiere demostrarlo.
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