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Que dificil es ser Dios - Стругацкие Аркадий и Борис - Страница 36
— ?Infame! — rugio con voz desconocida -. ?Me has matado! ?Por que? ?Hare colgar a todos los que son como tu! ?Reventaras, bandido! — Se toco la rodilla y anadio -: ?Me duele! ?Me sigue doliendo!
— Majestad — dijo Budaj -, para vuestra total curacion es necesario que sigais bebiendo esta pocima una vez al dia, durante una semana como minimo.
El Rey sintio que algo le estrujaba la garganta.
— ?Fuera de aqui! — grito -. ?Fuera todos!
Los cortesanos, volcando sus sillas por la prisa, se lanzaron hacia las puertas.
— ?Fue-e-e-e-e-era! — seguia gritando el Rey, como un poseso. Empezo a tirar toda la vajilla que estaba a su alcance.
Al salir de la sala, Rumata se oculto tras una cortina y se echo a reir a carcajadas. Tras la cortina de enfrente, alguien se reia tambien estridente y entrecortadamente, como si le faltara la respiracion.
VI
La guardia en los aposentos del principe comenzaba a medianoche, y Rumata penso que lo mejor que podia hacer era marcharse a casa, ver como andaban alli las cosas, y cambiarse de ropa. El aspecto que ofrecia la ciudad aquella tarde le llamo enormemente la atencion. En las calles reinaba un silencio de muerte, las tabernas estaban cerradas, y en las encrucijadas habia grupos de milicianos con antorchas. Los soldados ni siquiera hablaban entre si, parecia como si estuvieran esperando algo. Varias veces se acercaron a Rumata, lo observaron atentamente, lo reconocieron, y le dejaron paso. Cuando apenas faltaban unos cincuenta metros para llegar a su casa, Rumata observo que era seguido por un sospechoso grupo de gente. Se detuvo, hizo sonar la vaina de su espada, y el grupo se alejo, pero en la oscuridad se oyo el rechinar de una ballesta al ser montada. Rumata se apresuro a seguir su camino, arrimandose a las paredes. Asi llego a la puerta de su casa, hizo girar la llave en la cerradura, siempre preocupado por no tener protegida su espalda, y finalmente se deslizo en el vestibulo, dejando escapar un suspiro de alivio.
En el vestibulo estaban todos sus criados, cada cual con un arma. Por ellos supo que desde la calle habian intentado varias veces forzar la puerta. Aquello no le gusto a Rumata. ?No sera mejor no ir hoy a la guardia?, penso. Al fin y al cabo, ?que me importa el principe?
— ?Donde esta el noble baron de Pampa? — pregunto.
Uno, que se mostraba extraordinariamente excitado, con una ballesta al hombro, respondio que «el baron desperto al mediodia, se bebio toda la salmuera que habia en la casa, y se marcho otra vez a divertirse». Luego le dijo en voz mas baja a Rumata que Kira estaba muy intranquila y que ya habia preguntado varias veces por su amo.
— Esta bien — dijo Rumata, y ordeno a sus criados que se alinearan.
La servidumbre, sin contar las cocineras, estaba formada por seis hombres bregados, para quienes las rinas callejeras no eran ninguna novedad. Procuraban no meterse con los Grises por temor a las represalias del omnipotente Ministro, pero a los desharrapados del ejercito nocturno podian hacerles perfectamente frente, sobre todo aquella noche, en la que lo que buscaban los bandidos eran presas faciles. Dos ballestas, cuatro segures, varios pesados cuchillos de carnicero, morriones y unas buenas puertas forradas de chapa de hierro… ?O seria mejor no ir a la guardia?
Rumata subio al piso alto y, andando de puntillas, fue a la habitacion de Kira. La muchacha, encogida y sin desnudarse, dormia echada en la cama sin deshacer. Rumata la miro a la luz del candil y se pregunto de nuevo si ir o no a la guardia. No sentia el menor deseo de ir. Pero hay que ir, penso. Cubrio a la muchacha con una manta, le dio un beso en la mejilla y salio al gabinete. El explorador debe estar siempre en su puesto, pase lo que pase. Hay que ser util a los historiadores y a los sociologos. Rumata se echo a reir, se quito la diadema, limpio cuidadosamente su objetivo y volvio a ponersela. Luego llamo a Uno y le ordeno que trajese su uniforme y que limpiara el casco de cobre. Bajo su jubon, y directamente sobre la camiseta, se puso su cota de malla metaloplastica. Cuando se estaba apretando las hebillas metalicas del cinto del uniforme le dijo a Uno:
— Escucha atentamente. Tengo mas confianza en ti que en todos los demas. Pase lo que pase, Kira debe salir de aqui viva y sana. Si queman la casa, que la quemen; si roban el dinero, que lo roben. Pero salva a Kira. Sacala por los tejados, por los sotanos, por donde quieras, pero salvala, ?entiendes?
— Entiendo — dijo Uno -. Pero seria mejor que vos no salierais hoy.
— Escucha: si dentro de tres dias no he vuelto, toma a Kira y llevala a la saiva, al Bosque Hiposo. ?Sabes donde esta? Bien. En este bosque, busca la Guarida del Borracho, que es una isba no muy lejos de la carretera. Pregunta por ella y te diran donde esta. Pero cuidado a quien preguntas. Alli encontraras a un hombre que se llama padre Kabani. Cuentale lo que ha pasado. ?Entendido?
— Si. Pero seria mejor que no os fuerais.
— De buena gana me quedaria. Pero no me es posible: el servicio es el servicio. Haz exactamente lo que te he dicho.
Le dio a Uno un ligero papirotazo en la nariz, y se echo a reir al ver su forzada sonrisa. Abajo, arengo a la servidumbre y salio a la calle. Oyo los pesados cerrojos correrse a sus espaldas, y se vio de nuevo envuelto en la oscuridad.
Los aposentos del principe siempre estuvieron mal protegidos. Posiblemente por eso a nadie se le habia ocurrido en Arkanar atentar contra la vida de los principes. Sobre todo, nadie se habia interesado por el principe actual. Este era un chico delicado de salud, de ojos azules, que se parecia a cualquiera menos a su padre, y que a nadie le hacia falta. Rumata sentia una gran simpatia por el. Como su educacion estaba organizada de la peor forma posible, el chico era listo, no era cruel, no aguantaba a Don Reba (quiza por instinto), le gustaba cantar canciones con letra de Tsuren y jugar a los barquitos. Rumata encargaba en la metropoli libros para el, con muchas ilustraciones, le hablaba de la esfera celeste, y en una ocasion se gano por completo el afecto del muchacho relatandole un cuento sobre las naves que vuelan. Para Rumata, que casi no conocia a ningun nino, aquel principe de diez anos de edad era la antipoda de todos los estratos sociales de aquel pais salvaje. De chiquillos como aquel, con ojos azules, iguales en todos los estratos sociales, surgia despues la gente bruta, ignorante y sumisa, a pesar de que en la infancia no se adivinaran en ellos malas tendencias. Algunas veces, Rumata pensaba que seria algo formidable si de repente desaparecieran del planeta todas las personas mayores de diez anos.
Cuando llego a palacio, el principe ya estaba durmiendo. El relevo de la guardia requeria toda una serie de ceremonias y de movimientos con las espadas desenvainadas junto al lecho del nino. Despues, siguiendo la tradicion, habia que cerciorarse de que todas las ventanas estaban bien cerradas, de que todas las ayas estaban en su puesto, y de que en todos los aposentos ardian normalmente las lamparillas nocturnas. Una vez cumplidos todos estos requisitos, Rumata regreso a la antecamara y se puso a jugar con su companero saliente de guardia una partida de taba. Durante la partida, procuro sonsacarle al noble Don lo que pensaba acerca de lo que estaba ocurriendo en la ciudad. Su companero, que era hombre talentudo, lo penso detenidamente y dijo que suponia que la gente plebeya se estaba preparando para celebrar la fiesta de San Miki. Con esto terminaron la partida, y se despidieron.
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