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Твен Марк - Las aventuras de Huckleberry Finn Las aventuras de Huckleberry Finn

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оксана2018-11-27
Вообще, я больше люблю новинки литератур
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Professor2018-11-27
Очень понравилась книга. Рекомендую!
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Vera.Li2016-02-21
Миленько и простенько, без всяких интриг
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ст.ст.2018-05-15
 И что это было?
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Наталья222018-11-27
Сюжет захватывающий. Все-таки читать кни
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Las aventuras de Huckleberry Finn - Твен Марк - Страница 58


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Se quedaron callados un momento pensandolo; despues el rey va y dice, como recordando algo:

—?Vaya! ?Y nosotros creiamos que lo habian robado los negros! ?Yo me puse nerviosisimo!

—Si —dice el duque, asi como lentamente y sarcastico—, eso pensabamos.

Al cabo de medio minuto el rey suelta:

—Por lo menos, eso pensaba yo.

El duque dice, con el mismo tono:

—Por el contrario, lo pensaba yo.

El rey se irrita y dice:

—Mira, Aguassucias, ?a que te refieres?

Y el duque contesta, muy firme:

—Si nos ponemos en eso, quiza me permitas preguntarte a que te referias tu.

—?Caray! —dice el rey, muy sarcastico—, pues no lo se: a lo mejor estabas dormido y no sabias lo que hacias.

Entonces el duque se enfado de verdad y contesto:

—Bueno, basta ya de estupideces. ?Me tomas por un imbecil? ?Te crees que no se quien escondio el dinero en el ataud?

—?Si, senor! ?Se que lo sabes porque lo hiciste tu mismo!

—?Mentira! —y el duque se le echa encima. El rey grita:

—?Quita esas manos! ?Sueltame el cuello! ?Lo retiro todo!

El duque va y dice:

—Bueno, primero tienes que confesar que escondiste aquel dinero, y que te proponias separarte de mi un dia de estos y volver y desenterrarlo para quedartelo todo.

—Hombre, un minuto, duque: respondeme a esta pregunta, con toda sinceridad: si no pusiste tu alli el dinero, dilo y te lo creo y retiro todo lo que he dicho.

—Viejo sinverguenza, no fui yo y tu lo sabes. ?Que quede claro!

—Bueno, entonces te creo. Pero contestame solo una cosa mas, y no te enfades. ?No se te ocurrio llevarte el dinero y esconderlo?

El duque se quedo un momento en silencio y respondio:

—Bueno, no importa que se me ocurriera o no, porque en todo caso no lo hice yo. Pero a ti no solo se te ocurrio, sino que lo hiciste.

—Que me muera si fui yo, duque, y te lo digo de verdad. No te digo que no fuera a hacerlo, porque seria mentira, pero tu —o quien fuera— te me adelantaste.

—?Mentira! Fuiste tu y tienes que decirlo o…

El rey empezo a gorgotear y luego jadeo:

—?Basta! ?Confieso!

Me alegre mucho cuando lo dijo; me hizo sentir mucho mas tranquilo que antes. Asi que el duque le quito las manos de encima y dice:

—Si lo vuelves a negar, te ahogo. Esta muy bien que te quedes ahi sentado llorando como un nino. Es lo que te corresponde despues de lo que has hecho. En mi vida he visto ni a un avestruz que se lo tragara todo, y yo confiando en ti todo el tiempo, como si fueras mi propio padre. Deberia darte verguenza haberte quedado ahi y oir como le echaban la culpa a un monton de pobres negros, sin decir ni una palabra por ellos. Me siento ridiculo recordando que fui tan imbecil que me crei aquella estupidez. Maldito seas, ahora entiendo por que estabas tan dispuesto a arreglar lo del denficit: querias quedarte con el dinero que yo habia sacado del «sin par» y con una cosa y otra quedarte con todo.

El rey va y dice, todo timido y todavia con voz jadeante:

—Pero, duque, fuiste tu el que dijiste lo de compensar el denficit, no yo.

—?Callate! ?No quiero oirte ni una palabra! —dice el duque—. Y ahora mira lo que has conseguido. Han recuperado todo el dinero, y encima el nuestro, salvo unas perras. ?Vete a dormir y no me vuelvas a hablar de denficit ni no denficit en toda tu vida!

Asi que el rey volvio al wigwam y busco compania en su botella, y poco despues el duque empezo a darle a la suya, y al cabo de una media hora volvian a estar tan amigos, y cuanto mas amigos mas carinosos, hasta que quedaron roncando, abrazados el uno al otro. Los dos se pusieron muy parlanchines, pero vi que el rey no lo estaba tanto como para olvidarse de que no tenia que repetir que no habia sido el quien habia escondido la bolsa con el dinero. Aquello me hizo sentir tranquilo y satisfecho. Naturalmente, cuando se pusieron a roncar nosotros estuvimos hablando mucho rato y se lo conte todo a Jim.

Capitulo 31

Durante dias y dias no nos atrevimos a parar en ningun otro pueblo, sino que seguimos bajando por el rio. Ya habiamos llegado al Sur, donde hacia calor y estabamos muy lejos de casa. Empezamos a encontrar arboles llenos de musgo negro, que les caia de las ramas como grandes barbas grises. Era la primera vez que los veia, y aquello daba al bosque un aspecto solemne y triste. Los sinverguenzas calcularon que ya estaban fuera de peligro y empezaron a trabajar otra vez en los pueblos.

Primero dieron una conferencia sobre la templanza; pero no sacaron lo suficiente para emborracharse los dos. Despues, en otro pueblo pusieron una escuela de baile, pero bailaban peor que un canguro, asi que a la primera pirueta el publico se les echo encima y los expulso del pueblo. Otra vez quisieron dar lecciones de locucion, pero no «locucionaron» mucho, porque el publico se levanto y los empezo a maldecir e hizo que se marchasen. Probaron a hacer de misioneros, hipnotizadores, medicos, echadores de la buenaventura y un poco de todo, pero parecia que no tenian suerte. Asi que, por fin, se quedaron practicamente sin dinero y no hacian mas que estar tumbados en la balsa mientras esta bajaba flotando, pensando y pensando, sin decir ni una palabra en todo el dia, tristisimos y desesperados.

Por fin empezaron a cambiar y se pusieron a hablar en el wigwamen tono bajo y confidencial dos o tres horas seguidas. Jim y yo nos pusimos nerviosos. No nos gustaba aquello. Pensamos que estarian estudiando alguna faena peor que las anteriores. Lo hablamos muchas veces y por fin decidimos que iban a atracar la casa o la tienda de alguien o que pensaban falsificar dinero, o algo parecido. Entonces nos dio mucho miedo y decidimos que no tendriamos nada que ver con aquello, y que si se presentaba la menor oportunidad nos despediriamos a la francesa y los abandonariamos. Bueno, una manana a primera hora escondimos la balsa en un buen sitio a seguro, a unas dos millas por debajo de una aldea que se llamaba Pikesville, y el rey fue a tierra y nos dijo a todos que siguieramos escondidos mientras el iba al pueblo a ver si alguien se habia enterado ya de lo que era «La Realeza Sin Par» («una casa que robar, a eso te refieres», me dije yo, «y cuando termines de robarla vas a volver y te vas a preguntar que ha sido de mi y de Jim y de la balsa, y ya puedes esperarnos sentados»). Y dijo que si no volvia al mediodia, el duque y yo sabriamos que todo iba bien y tendriamos que reunirnos con el.

Asi que nos quedamos donde estabamos. El duque estaba nervioso, sudoroso y de pesimo humor. Nos renia por todo y nada de lo que haciamos le parecia bien; todo lo encontraba mal. Desde luego que estaban preparando algo. Me alegre mucho cuando llego el mediodia y no habia vuelto el rey; ahora iban a cambiar las cosas, y a lo mejor encima se presentaba una oportunidad. Asi que el duque y yo fuimos al pueblo y nos pusimos a buscar al rey; al cabo de un rato lo encontramos en la trastienda de una taberna de mala muerte, medio bebido, con un monton de borrachos que lo provocaban para divertirse mientras el los maldecia y los amenazaba con todas sus fuerzas, tan bebido que no podia ni andar ni hacerles nada. El duque se metia con el por ser un viejo idiota y el rey le respondia, asi que en cuanto vi que aquello se calentaba, me fui a toda mecha y corri por el camino del rio abajo como un ciervo, porque habia visto nuestra oportunidad y decidi que ya podian esperarnos sentados antes de volver a vernos a Jim y a mi. Llegue sin aliento pero contentisimo y grite: