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Ciudad Maldita - Стругацкие Аркадий и Борис - Страница 9
—?Con Donald? —repitio el Preceptor, levantando las cejas—. ?Ah, con Donald Cooper! —Se echo a reir—. Seguramente usted piensa que Donald Cooper ha sido arrestado y ha confesado sus crimenes... Nada de eso. En este mismo momento, Donald Cooper organiza un destacamento de voluntarios para rechazar esta descarada invasion, y por supuesto no es un gangster ni ha cometido ningun crimen. La pistola la consiguio en el mercado, la cambio por un reloj antiguo con caja de musica. ?Que vamos a hacer? Toda su vida ha llevado un arma en el bolsillo, esta acostumbrado.
—?Por supuesto! —dijo Andrei, sintiendo un enorme alivio—. ?Esta claro! Yo mismo no podia creerlo, simplemente considere que... ?Esta bien! —Se volvio para marcharse, pero se detuvo—. Digame... si no es un secreto, claro esta. Digame, ?que objetivo tiene todo esto? ?Monos! ?De donde han salido? ?Que deben demostrar?
El Preceptor suspiro y bajo del alfeizar.
—De nuevo me hace preguntas a las que yo...
—?No! ?Comprendo! —dijo Andrei con sentimiento, llevandose las manos al pecho—. Yo solo...
—Espere. De nuevo me hace preguntas a las que, simplemente, no se responder. Entiendalo de una vez por todas: no se responder. ?Recuerda la erosion de las edificaciones? La transformacion del agua en hiel... Aunque eso ocurrio antes de su llegada. Ahora, ahi lo tiene, los babuinos. Acuerdese: usted me preguntaba todo el tiempo como era eso de que personas de diferentes nacionalidades hablaran todas el mismo idioma y ni siquiera se dieran cuenta de ello. Acuerdese de como eso lo impresionaba, como no acababa de entenderlo e incluso se asustaba, como le demostraba a Kensi que el hablaba en ruso, y Kensi le decia que usted hablaba en japones. ?Lo recuerda? Y ahora usted ya se ha acostumbrado, ahora esas preguntas no le entran en la cabeza. Una de las condiciones del Experimento. El Experimento es eso, el Experimento, ?que mas se puede decir en este caso? —Sonrio—. Vaya, vaya, Andrei. Su lugar esta alli. La accion ante todo. Cada cual en su puesto, y cada cual hace todo lo que puede.
Andrei salio, ni siquiera salio sino que salto al pasillo con una total sensacion de vacio, bajo por la escalera principal hasta la plaza y al momento vio un grupo de personas con aire diligente, que se movian con serenidad en torno a un camion, bajo una farola. Sin vacilar, se incorporo al grupo, se abrio camino hasta la primera fila, le pusieron en las manos una pesada lanza metalica y se sintio armado, fuerte y listo para el combate decisivo.
No lejos, alguien daba ordenes sonoras (?una voz conocida!), exigiendo que formaran en tres columnas, y Andrei, con la lanza apoyada sobre el hombro, corrio hacia alla y encontro un sitio entre un latinoamericano corpulento que llevaba tirantes por encima de la camisa de dormir y un intelectual escualido, de cabello rubio, que se veia muy nervioso: a cada momento se quitaba las gafas, echaba el aliento sobre los cristales, los frotaba con un panuelo y se las colocaba en la nariz, ayudandose con dos dedos.
El destacamento era pequeno, no mas de treinta personas. Y su comandante resultaba ser Fritz Geiger, lo que por una parte era bastante molesto, pero por otra era imposible no darse cuenta de que, en la situacion reinante, Geiger estaba, por asi decirlo, en su puesto, aunque fuera un fascista fugitivo. Como correspondia a un suboficial de la Wehrmacht, soltaba abundantes tacos y no resultaba agradable oirlo.
—?Al-linearse! —gritaba para toda la plaza, como si estuviera dirigiendo un regimiento en unas maniobras de infanteria—. ?Oye, tu, el de las pantuflas! ?Si, tu mismo! ?Mete la panza...! Y vosotros, que pose es esa, pareceis vacas recien ordenadas. ?Como, que no tiene que ver con vosotros? Las picas, apoyadas en el suelo. ?No, en el hombro no, he dicho que en el suelo! ?Tu, la vieja de los tirantes! ?Fi-i-ir-mes! Seguidme... ?De frente, march...!
Echaron a andar sin mucha marcialidad. Enseguida, el que iba atras le piso el pie a Andrei, que tropezo, empujo al intelectual con el hombro y este dejo caer las gafas, que limpiaba por enesima vez.
—?Bestia! —le dijo Andrei al de atras, sin poder contenerse.
—?Tenga mas cuidado! —chillo el intelectual con voz aflautada—. ?Por Dios, hombre!
Andrei lo ayudo a buscar las gafas, y cuando Fritz corrio hacia ellos, ahogandose de rabia, Andrei lo mando a hacer punetas.
Junto con el intelectual, que no paraba de dar las gracias y tropezar, alcanzaron la columna, caminaron otros veinte metros y recibieron la orden de montar en los transportes. Los «transportes», por cierto, eran un camion, un enorme vehiculo para la distribucion de mortero de cemento. Cuando subieron, descubrieron que algo chapoteaba y salpicaba bajo los pies. El tio de las pantuflas trepo la baranda con esfuerzo, bajo y anuncio, chillando, que no tenia la intencion de ir a ninguna parte en ese transporte. Fritz le ordeno que volviera a montar. El hombre, alzando mas la voz, dijo que llevaba pantuflas y se le habian empapado los pies. Fritz lo llamo cerdo prenado. El hombre de las pantuflas empapadas no se amilano y dijo que el en particular no era un cerdo, que posiblemente un cerdo estaria contento de viajar en aquel cenagal, que pedia humildes disculpas a todos los que habian aceptado viajar en aquella pocilga, pero... En ese momento, el latinoamericano bajo del camion, escupio despreciativamente delante de Fritz, metio sus pulgares bajo los tirantes y, sin prisa, se alejo de alli.
Contemplando todo aquello, Andrei se sintio inundado de cierta alegria maligna. No se trataba de que aprobara el comportamiento del hombre de las pantuflas, menos todavia lo que habia hecho el latinoamericano, no habia dudas de que ambos habian demostrado una carencia total de companerismo, como verdaderos pancistas, pero le resultaba curioso saber que haria en ese momento nuestro suboficial derrotado y como saldria de la situacion creada.
Andrei se vio obligado a reconocer que el suboficial derrotado salio de la situacion con honor. Sin decir palabra, Fritz giro sobre el tacon y salto al estribo del lado del chofer.
—?En marcha! —ordeno. El camion echo a andar, y en ese instante conectaron el sol.
Manteniendo el equilibrio con dificultad y agarrandose a los que tenia al lado. Andrei torcio el cuello para contemplar como se encendia el disco violeta en su lugar acostumbrado. Al principio temblo, como si tuviera pulsaciones, se hizo cada vez mas brillante, se volvio naranja, amarillo, blanco, despues se apago un instante y al momento se encendio a toda potencia, y ya fue imposible mirarlo directamente.
Comenzaba un nuevo dia. El cielo, totalmente negro y sin estrellas, se volvio de un azul turbio y estival, comenzo a soplar un viento ardiente como el del desierto, y la ciudad surgio como de la nada, brillante, multicolor, cruzada por sombras azuladas, enorme, ancha... Los pisos se amontonaban unos sobre otros, los edificios asomaban por encima de otros edificios, todos diferentes entre si, y se hizo visible la Pared Incandescente, que se elevaba al cielo por la derecha, mientras por la izquierda, en los espacios entre los tejados, surgio un vacio azul, como si el mar estuviera alli, y al momento surgieron las ganas de beber. Muchos, por habito, miraron el reloj en ese momento. Eran las ocho en punto.
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