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Ciudad Maldita - Стругацкие Аркадий и Борис - Страница 21
Kensi, que despues de terminar su turno aun llevaba el uniforme, pero con la guerrera abierta, distribuia torpemente por la mesa, con una mano, platos de distintos tamanos. Llevaba vendada la mano izquierda. Sonrio y senalo a Davidov con la cabeza.
—Todo terminara asi, Yura —dijo—. Vendra una invasion de calamares y entonces huiremos todos a una a las cienagas, con vosotros.
—No se por que tienen que esperar a esos... como se llaman... Mandad a esos calamares al infierno. Manana regreso, el carro ira vacio, puedo llevar a tres familias con comodidad. Tu no tienes familia, ?verdad? —se dirigio a Andrei.
—Dios me libre —dijo Andrei.
—Y esa chica, ?es algo tuyo? ?O no tiene nada que ver contigo?
—Es nueva. Llego de madrugada.
—?Y no es mejor asi? Es una senorita agradable, muy atenta. Recogela y nos vamos, ?si? Alli tenemos aire limpio. Y leche. Seguro que hace por lo menos un ano que no tomas leche fresca. Siempre pregunto por que no tienen leche fresca en las tiendas. Yo solo tengo tres vacas, y dispongo de leche suficiente para cumplir con las entregas al estado, bebo toda la que quiero, alimento a los cerdos con ella y tiro una parte. Puedes vivir alli, ?entiendes? Te levantas por la manana para ir al campo a trabajar, y ella te da una jarra de leche fresca, recien ordenada, ?que tal? —Hizo un guino, cerrando con fuerza primero un ojo y despues el otro, se echo a reir, le dio una palmada a Andrei en el hombro y se puso a dar paseitos por la habitacion, haciendo rechinar las tablas del piso, apago el gramofono y volvio junto a Andrei—. Y el aire que se respira alli. Aqui casi no queda, huele a jaula de fieras, eso es lo que respirais... Kensi, no te esfuerces mas. Llama a la chica, que ponga la mesa.
—Esta en la cocina, pelando patatas —dijo Andrei con una sonrisa; despues se dio cuenta y se puso a ayudar a Kensi.
Davidov era muy simpatico. Muy entranable. Como si lo conociera desde hacia anos. ?Y acaso seria mala idea largarse a las cienagas? Con leche o sin ella, seguro que alli la vida era mas saludable. ?Miralo, si parece una escultura!
—Alguien llama —le dijo Davidov—. ?Abro yo o vas tu?
—Ahora voy —dijo Andrei y fue hacia la puerta principal.
Al otro lado estaba Van, sin su chaqueta enguatada, con una camisa azul de seda sintetica que le llegaba a las rodillas y una toalla en torno a la cabeza.
—?Han traido los bidones! —dijo, con una alegre sonrisa.
—Al diablo los bidones —replico Andrei, en tono no menos alegre—. Que esperen. ?Por que has venido solo? ?Donde esta Maylin?
—En casa. Esta muy cansada. Duerme. El nino estaba malito.
—Entra, no te quedes ahi de pie... Vamos, te presentare a un buen hombre.
—Ya nos conocemos —dijo Van mientras entraba en el comedor.
—?Ah, Vanya! —grito Davidov, con subita alegria—. ?Tambien has venido! Vaya —dijo, volviendose hacia Kensi—, yo sabia que Andrei era un buen muchacho. Fijate, en su casa se reune gente buena. Tu, por ejemplo, o ese judio... como se llama... ?Bien, ahora tendremos un gran festin! Voy a ver que estan haciendo ahi. En realidad, no habia nada que hacer, pero no se que trabajo se han inventado...
Van aparto rapidamente a Kensi de la mesa y se dedico a distribuir los cubiertos de forma cuidada y precisa. Kensi se arreglaba la venda con la mano libre, agarrandola con los dientes. Andrei se puso a ayudarlo.
—Donald no acaba de llegar —dijo, preocupado.
—Se encerro en su casa y pidio que no lo molestaran —explico Van.
—Esta muy raro ultimamente, muchachos. Bueno, que se le va a hacer. Oye, Kensi. ?que te ha pasado en la mano?
—Me ha atacado un babuino —explico el policia, torciendo levemente el gesto—. El muy canalla. Me mordio hasta el hueso.
—No me digas —se asombro Andrei—. Creia que eran pacificos.
—Pacificos... Si te atrapan y comienzan a ponerte un collar...
—?De que collar hablas?
—La orden quinientos siete. Censar a todos los babuinos y ponerles un collar numerado. Manana se los vamos a entregar a la poblacion. Pudimos pescar a unos veinte, y a los demas los espantamos hasta la circunscripcion vecina, que averiguen alli que hacer con ellos. ?Que haces ahi con la boca abierta? Trae mas copas, no alcanzan.
CUATRO
Cuando desconectaron el sol, todo el grupo ya estaba bastante animado. En la subita oscuridad. Andrei salio de detras de la mesa y fue hacia el interruptor, tumbando con los pies unas ollas que estaban en el suelo.
—No se asuste, senorita —dijo Fritz a su espalda—. Aqui siempre pasa eso...
—?Hagase la luz! —proclamo Andrei, pronunciando claramente las palabras.
Una lampara polvorienta se encendio en el techo. La luz era pobre, como en un callejon de las afueras. Andrei se volvio y examino el grupo con la mirada.
Todo estaba muy bien. En el extremo de la mesa, sobre un alto taburete de cocina, se sentaba, bamboleandose ligeramente. Yuri Konstantinovich Davidov, que media hora antes y para siempre se habia convertido en el tio Yura para Andrei. Entre los labios muy apretados del tio Yura humeaba un enorme cigarrillo que acababa de liarse, mientras sostenia en la mano un vaso de cristal tallado, rebosante de aguardiente de primera destilacion, y pasaba su dedo indice reseco por delante de la nariz de Izya Katzman, sentado junto a el, que ya se habia quitado la corbata y la chaqueta. En la barbilla y en la pechera de su camisa se veian claramente las huellas de la salsa de carne.
A la derecha del tio Yura estaba Van, en silencio, y tenia frente a si el plato mas pequeno, con un minimo de comida, y el tenedor mas torcido. Para beber aguardiente, habia escogido una copa con el borde roto. Tenia la cabeza metida totalmente entre los hombros, y el rostro apuntando hacia arriba, con los ojos cerrados y una sonrisa. Disfrutaba de la tranquilidad.
Kensi, ruborizado, mirando con rapidez a un lado y a otro, comia col agria y muy animado le contaba algo a Otto, que combatia heroicamente contra las ganas de dormir.
—?Si, claro! —replicaba Otto cada vez que lograba una victoria sobre el sueno—. ?Por supuesto!
Selma Nagel, la ramera sueca, era toda una belleza. Estaba sentada en un sillon, con las piernas por encima del brazo acolchado, y esas piernas rutilantes quedaban precisamente a la altura del pecho del valiente suboficial Fritz, de manera que los ojos de este echaban llamaradas, y debido a la excitacion, tenia el rostro cubierto de manchas rojas. Se inclino hacia Selma con el vaso lleno, intentando todo el tiempo hacer un brindis con ella por la eterna amistad, pero Selma lo espantaba con su copa, se reia, hacia oscilar las piernas y, de vez en cuando, retiraba la garra peluda de Fritz de sus rodillas.
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