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Que dificil es ser Dios - Стругацкие Аркадий и Борис - Страница 45
Rumata avanzo hacia el monje del rincon, lo alzo en vilo y lo miro fieramente a la cara.
— ?Di!, ?quien lo mato? ?Los vuestros? ?Habla!
— No, no han sido los monjes — dijo Muga a sus espaldas -. Fueron los Grises.
Rumata siguio mirando al delgado rostro del monje, a sus pupilas que se iban dilatando poco a poco por el terror.
— En nombre del Senor — exhalo el monje, y Rumata lo solto, se sento a los pies del muerto y se echo a llorar. Lloraba con el rostro oculto entre las manos y escuchaba la voz monotona de Muga. Este le conto como, tras el toque de la segunda guardia, llamaron a la puerta en nombre del Rey, y Uno grito que no abrieran. Pero a pesar de todo tuvieron que abrir, porque los Grises amenazaron con prenderle fuego a la casa. Entonces irrumpieron en el vestibulo, maltrataron y ataron a los criados, y luego empezaron a subir las escaleras. Uno, que estaba junto a las puertas de los aposentos, empezo a disparar con las ballestas. Tenia dos y pudo disparar dos veces, pero una de ellas erro el tiro. Los Grises le lanzaron un cuchillo, y Uno cayo. Entonces lo arrastraron escaleras abajo, y comenzaron a darle patadas y a pegarle con las hachas. En aquel momento entraron en la casa los monjes, mataron a dos Grises, desarmaron a los demas, les echaron lazos al cuello y se los llevaron arrastrando por la calle.
Muga dejo de hablar, pero Rumata siguio aun bastante tiempo sentado, con los codos apoyados en la mesa, a los pies de Uno. Por fin se levanto peladamente, se limpio con la manga las lagrimas que humedecian su barba de dos dias, beso al muchacho en la helada frente y, moviendo con dificultad las piernas, empezo a subir despacio las escaleras.
Estaba agotado por el cansancio y por la emocion que acababa de sufrir. Termino de subir como pudo, atraveso la sala, se arrastro hasta su cama y se desplomo en ella boca abajo. Kira llego corriendo. Rumata estaba tan rendido que ni siquiera pudo ayudarla mientras lo desnudaba. Ella se echo a llorar al verlo tan maltrecho, le quito las botas, el destrozado uniforme y la cota de mallas metaloplastica, y su llanto aumento de intensidad al contemplar como tenia el cuerpo. Rumata sentia dolor en todos los huesos, como si hubiera recibido una sobrecarga. Kira le froto el cuerpo con una esponja empapada en vinagre. Sin abrir los ojos, Rumata empezo a sisear entre los encajados dientes.
— Podia haberle matado — musito -. Si, estaba a su lado. Hubiera podido aplastarlo con solo mis manos. ?Que vida es esta, Kira? Vamonos de aqui. Este experimento se esta llevando a cabo conmigo y no con ellos…
Ni siquiera se daba cuenta de que estaba hablando en ruso. Kira lo miro asustada, con los ojos llenos de lagrimas, y le dio un beso en la mejilla. Luego lo cubrio con una sabana vieja, puesto que Uno murio sin comprar las nuevas, y se apresuro a ir abajo para prepararle un poco de vino caliente. Rumata se sento en la cama y, profiriendo quejidos por el dolor que sentia en todo el cuerpo, fue descalzo hasta el gabinete, abrio el cajon secreto de la mesa, busco el botiquin y se tomo varias tabletas de sporamina. Cuando volvio Kira, con el humeante tazon sobre la pesada bandeja de plata, Rumata estaba de nuevo acostado de espaldas sobre la cama, mientras sentia como le iba desapareciendo el dolor y disminuyendo el zumbido de su cabeza, y como su cuerpo iba recuperando poco a poco las fuerzas. Tras beberse el contenido del tazon se sintio repuesto, llamo a Muga y le ordeno que preparara su ropa para vestirse.
— No te vayas, Rumata — le dijo Kira -. No salgas. Quedate en casa.
— Tengo que irme, pequena.
— Tengo miedo. Quedate. Pueden matarte.
— ?Que tonterias estas diciendo? ?Por que habrian de matarme? Todos me temen.
Ella se echo de nuevo a llorar. Lloraba en silencio, humildemente, como si temiera que el se enojara. Rumata la sento sobre sus rodillas y acaricio su cabello.
— Lo mas horrible ya ha pasado — dijo -. Ademas, pronto nos iremos de aqui.
Ella se tranquilizo un poco y se apreto contra el. Muga estaba a su lado, indiferente, moviendo la cabeza y sosteniendo el calzon con cascabeles de oro para su amo.
— Pero antes de irnos hay que dejar arregladas muchas cosas aqui — prosiguio Rumata — Esta noche han matado a mucha gente. Hay que averiguar quien ha muerto y quien esta vivo, y hay que ver la manera de salvar a los que estan en peligro.
— Tu siempre ayudas a todos, pero ?quien te ayuda a ti?
— El que ayuda a los demas es feliz. Y a nosotros tambien nos ayudan amigos muy poderosos.
— En estas circunstancias no puedo pensar en los demas — dijo ella -. Hoy has venido medio muerto. ?Crees que no me he dado cuenta de que te han golpeado? Y a Uno lo han matado. ?Que estaban haciendo entonces tus poderosos amigos? ?Por que no impidieron esta matanza? No creo en lo que dices.
Intento marcharse, pero el la sujeto con fuerza.
— Esta vez han llegado un poco tarde — dijo Rumata -. Pero esto no quiere decir que no se interesen por nosotros y no nos protejan. ?Por que hoy no me crees? Siempre me has creido. Tu misma dices que llegue medio muerto y… ?mirame ahora!
— No quiero mirarte — dijo ella, ocultando su rostro -. No quiero volver a llorar.
— Veamos, ?que me han hecho? ?Algunos aranazos? Eso no es nada. Lo peor ya ha pasado. Por lo menos para ti y para mi. Pero hay personas muy buenas, magnificas, para quienes aun perdura el terror. Tengo que ayudar a esas personas.
Kira dejo escapar un profundo suspiro, beso a Rumata en el cuello y se separo suavemente de el.
— Ven esta noche — suplico -. ?Vendras?
— Si, vendre. Vendre antes de la noche, y seguramente con alguien. Esperame a la hora de comer.
Kira se sento en un sillon y contemplo como el se vestia. Rumata se puso el calzon de los cascabelillos Muga tuvo que hincarse de rodillas ante el para abrocharle las multiples hebillas y botones, se volvio a poner la cota de mallas sobre la camiseta limpia y, preocupado aun, dijo: — No te enojes, pequena. Comprende que debo irme. ?Que otra cosa puedo hacer? ?No ir es imposible!
Ella se incorporo y dijo pensativa:
— ?Sabes? hay veces que no llego a comprender por que no me pegas.
Rumata, que en aquel instante se estaba abrochando una camisa de magnifica gorguera, se quedo atonito.
— ?Que quieres decir con esto? — pregunto -. ?Acaso a ti se te podria pegar?
— Tu eres bueno — prosiguio ella, casi sin escucharle -. Pero eres aun mucho mas: eres un hombre extrano. Algo asi como un arcangel… Cuando tu estas a mi lado me siento valiente. Algun dia te preguntare una cosa. Ahora aun no, pero cuando todo esto haya pasado… ?me contaras tu vida?
Rumata parecio no oirla. Muga le estaba ayudando a ponerse el jubon color naranja con lazos a rayas rojas. El se lo ajusto con repugnancia y se apreto el cinto.
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