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Шекспир Уильям - Romeo y Julieta Romeo y Julieta

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оксана2018-11-27
Вообще, я больше люблю новинки литератур
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Professor2018-11-27
Очень понравилась книга. Рекомендую!
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Vera.Li2016-02-21
Миленько и простенько, без всяких интриг
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ст.ст.2018-05-15
 И что это было?
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Наталья222018-11-27
Сюжет захватывающий. Все-таки читать кни
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Romeo y Julieta - Шекспир Уильям - Страница 11


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JULIETA.-Mucho siento tus males, pero acaba de decirme, querida ama, lo que te contestó mi amor.

AMA.-Habló como un caballero lleno de discreción y gentileza; puedes creerme. ¿Dónde está tu madre?

JULIETA.-¿Mi madre? Allá dentro. ¡Vaya una pregunta!

AMA.-¡Válgame Dios! ¿Te enojas conmigo? ¡Buen emplasto para curar mis quebraduras! Otra vez vas tú misma a esas comisiones.

JULIETA.-Pero ¡qué confusión! ¿Qué es en suma lo que te dijo Romeo?

AMA.-¿Te dejarán ir sola a confesar?

JULIETA.-Sí.

AMA.-Pues allí mismo te casarás. Vete a la celda de Fray Lorenzo. Ya se cubren de rubor tus mejillas con tan sencilla nueva. Vete al convento. Yo iré por otra parte a buscar la escalera, con que tu amante ha de escalar el nido del amor. A la celda, pues, y yo a comer.

JULIETA.-¡Y yo a mi felicidad ama mía!

ESCENA SEXTA

Celda de Fray Lorenzo

(FRAY LORENZO y ROMEO)

FRAY LORENZO.-¡El cielo mire con buenos ojos la ceremonia que vamos a cumplir, y no nos castigue por ella en adelante!

ROMEO.-¡Así sea, así sea! Pero por muchas penas que vengan no bastarán a destruir la impresión de este momento de ventura. Junta nuestras manos, y con tal que yo pueda llamarla mía, no temeré ni siquiera a la muerte, verdugo del amor.

FRAY LORENZO.-Nada violento es duradero: ni el placer ni la pena: ellos mismos se consumen como el fuego y la pólvora al usarse. La excesiva dulcedumbre de la miel empalaga al labio. Ama, pues, con templanza. (Sale Julieta.)Aquí está la dama; su pie es tan leve que no desgastará nunca la eterna roca; tan ligera que puede correr sobre las telas de araña sin romperlas.

JULIETA.-Buenas tardes, reverendo confesor.

FRAY LORENZO.-Romeo te dará las gracias en nombre de los dos.

JULIETA.-Por eso le he incluido en el saludo. Si no, pecaría él de exceso de cortesía.

ROMEO.-¡Oh, Julieta! Si tu dicha es como la mía y puedes expresarla con más arte, alegra con tus palabras el aire de este aposento y deja que tu voz proclame la ventura que hoy agita el alma de los dos.

JULIETA.-El verdadero amor es más prodigo de obras que de palabras: más rico en la esencia que en la forma. Sólo el pobre cuenta su caudal. Mi tesoro es tan grande que yo no podría contar ni siquiera la mitad.

FRAY LORENZO.-Acabemos pronto. No os dejaré solos hasta que os ligue la bendición nupcial.

ACTO TERCERO

ESCENA PRIMERA

Plaza de Verona

(MERCUTIO, BENVOLIO)

BENVOLIO.-Amigo Mercutio, pienso que debíamos refrenarnos, porque hace mucho calor, y los Capuletos andan encalabrinados, y ya sabes que en verano hierve mucho la sangre.

MERCUTIO.-Tú eres uno de esos hombres que cuando entran en una taberna, ponen la espada sobre la mesa, como diciendo: “ojalá que no te necesite”, y luego, a los dos tragos, la sacan, sin que nadie les provoque.

BENVOLIO.-¿Dices que yo soy de ésos?

MERCUTIO.-Y de los más temibles espadachines de Italia, tan fácil de entrar en cólera como de provocar a los demás.

BENVOLIO.-¿Por qué dices eso?

MERCUTIO.-Si hubiera otro como tú, pronto os mataríais. Capaz eres de reñir por un solo pelo de la barba. Donde nadie vería ocasión de camorra, la ves tú. Llena está de riña tu cabeza, como de yema un huevo, y eso que a porrazos te han puesto tan blanda como una yema, la cabeza. Reñiste con uno porque te vio en la calle y despertó a tu perro que estaba durmiendo al sol. Y con un sastre porque estrenó su ropa nueva antes de Pascua, y con otro porque ataba sus zapatos con cintas viejas. ¿Si vendrás tú a enseñarme moderación y prudencia?

BENVOLIO.-Si yo fuera tan camorrista como tú, ¿quién me aseguraría la vida ni siquiera un cuarto de hora?… Mira, aquí vienen los Capuletos.

MERCUTIO.-¿Y qué se me da a mí, vive Dios?

(Teobaldo y otros.)

TEOBALDO.-Estad cerca de mí, que tengo que decirles dos palabras. Buenas tardes, hidalgos. Quisiera hablar con uno de vosotros.

MERCUTIO.-¿Hablar solo? más valiera que la palabra viniese acompañada de algo, de un golpe.

TEOBALDO.-Hidalgo, no dejaré de darle si hay motivo.

MERCUTIO.-¿Y no podéis encontrar motivo sin que os lo den?

TEOBALDO.-Mercutio, tú estás de acuerdo con Romeo.

MERCUTIO.-¡De acuerdo! ¿Has creído que somos músicos? Pues aunque lo seamos, no dudes que en esta ocasión vamos a desafinar. Yo te haré bailar con mi arco de violín. ¡De acuerdo! ¡Válgame Dios!

BENVOLIO.-Estamos entre gentes. Buscad pronto algún sitio retirado, donde satisfaceros, o desocupad la calle, porque todos nos están mirando.

MERCUTIO.-Para eso tienen ojos. No me voy de aquí por dar gusto a nadie.

TEOBALDO.-Adiós, señor. Aquí está el doncel que buscábamos. (Entra Romeo.)

MERCUTIO.-Mátenme si él lleva los colores de vuestro escudo. Aunque de fijo os seguirá al campo, y por eso le llamáis doncel.

TEOBALDO.-Romeo, sólo una palabra me consiente decirte el odio que te profeso. Eres un infame.

ROMEO.-Teobaldo, tales razones tengo para quererte que me hacen perdonar hasta la bárbara grosería de ese saludo. Nunca he sido infame. No me conoces. Adiós.